sábado, 12 de marzo de 2016

El asesinato del padre Rutilio Grande

El asesinato del padre Rutilio Grande

Por: Iván C Montecinos*

En El Salvador, antes de 1977, asesinar un sacerdote católico era un hecho difícil de creer que  podía suceder, a lo mejor no había en ese tiempo  quien se atreviera a cometer semejante acto de sacrilegio, por el temor  al horrendo castigo divino de ir a parar al mismísimo infierno.

Esto a pesar de que ya se conocía de persecuciones a religiosos y en más de una ocasión el Gobierno militar había expulsado del país, a algún clérigo extranjero, por el delito de trabajar con las comunidades de bases y cristianas.

Por esta razón es que el pueblo católico se estremeció hasta la medula aquel 12 de marzo de 1977, cuando por la noche se conoció que el buen Padre Rutilio Grande había sido asesinado junto a sus  acompañantes, Manuel Solórzano, 72 años, y Nelson Rutilio Lemus, de 16. Este sacrílego hecho sucedió en horas de la tarde cuando el Padre Grande se dirigía  a oficiar una misa a la población de El Paisnal.

El Padre Grande fue víctima de una cruenta emboscada  por hombres al servicio de los nefastos cuerpos de seguridad de aquella época, así lo delataron el calibre de las mortíferas  balas que se alojaron en su cuerpo, fue asesinado por aquellos que imponían el terror con la fuerza de las armas, a pesar de que sobrevivieron unos testigos de aquel sangriento hecho,  no hubo juicio  y castigo para los asesinos, todo quedó como siempre en la mayor impunidad.

El cobarde asesinato del Padre Grande y sus acompañantes se da en momentos en que un gran sector de la iglesia católica se identificaba con el sufrimiento de los pobres, especialmente los campesinos que eran víctimas de una fuerte represión gubernamental por reclamar sus derechos fundamentales.

La identificación preferencial con los pobres llevó a que muchos sacerdotes nacionales y extranjeros  fueran perseguidos y secuestrados como el caso del  colombiano Mario Bernal Londoño, párroco de Apopa, secuestrado el 28 de enero de 1977;  y los clérigos  Rafael Barahona y David Rodríguez, párrocos de Tecoluca y San Marcos Lempa, respectivamente, quienes también fueron privados de libertad el 19 de febrero.

El Padre Grande asumió la conducción de la iglesia de Aguilares y se dedicó a trabajar con jóvenes laicos  quienes llevaban el mensaje evangélico a las comunidades de bases conformada por campesinos que estudiaban la palabra de Dios a la luz de la realidad nacional que vivían.

El padre Grande, en sus sermones hacía fuertes críticas al sistema de explotación que mantenía la oligarquía terrateniente salvadoreña, por eso adquirió la reputación de ser un sacerdote “radical”.

En los momentos en que el sacerdote jesuita Rutilio Grande fue vilmente asesinado, el país se encontraba muy convulsionado a raíz de las elecciones presidenciales realizadas el 20 de febrero y que ganó fraudulentamente el general Humberto Romero del Partido de Conciliación Nacional (PCN)  a la coalición de partidos aglutinados en la Unión Nacional Opositora (UNO), con sus candidatos el Coronel Ernesto Claramount y el Dr. Antonio Morales Erlich.

El 28 de febrero centenares de correligionarios de la UNO, acompañados por sus dirigentes, se concentraron para protestar el fraude electoral del gobierno, en la céntrica plaza Libertad, donde en horas de la noche llegaron las hordas militares a disolver la concentración a fuerza  de fusil G3 y de gases lacrimógenos que no respetaron, ni tan siquiera el interior de la iglesia del Rosario, donde se refugiaron centenares de manifestantes.

Como resultado de la bestial represión militar murieron más de 40 personas y hubo gran cantidad de heridos y desaparecidos.

Esa misma noche, como era costumbre de los cuerpos represivos, mandaban a los bomberos a lavar la sangre de los asesinados y heridos, para dar la imagen al siguiente día de que ahí  no había pasado nada.

El sacerdote jesuita Rutilio Grande fue el primero de 23  religiosos y religiosas asesinados antes y durante la pasada guerra civil que duró más de doce años, entre los que debemos recordar a Monseñor Oscar Arnulfo Romero, 10 sacerdotes diocesanos, entre los años de 1977 a 1993; siete padres jesuitas, un franciscano,  tres monjas y una laica norteamericanas de la orden Mariknoll, asesinadas por guardias nacionales en Diciembre de 1980.

También es importante recordar que el asesinato del Padre Rutilio Grande, estremeció hasta lo más profundo el espíritu de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, quien el tres de febrero había sido nombrado Arzobispo de San Salvador  y en un acto de desagravio a este lamentable suceso convocó a una misa única para mostrar la unidad del clero. Esta liturgia se realizó el 20 de marzo de 1977 en la Plaza Barrios de San Salvador.

A raíz de este lamentable hecho, Monseñor Oscar Arnulfo Romero, tomó una postura de mayor  crítica al orden establecido y la fuerte represión que imponían los cuerpos de seguridad, el ejército, los para militares de ORDEN  y los tenebrosos escuadrones de la muerte, por lo que años más tarde fue igualmente asesinado, un 24 de marzo de 1980.

Hoy, a 31 años del asesinato del Padre Rutilio Grande y sus acompañantes, su martirio fue recordado  con varios actos solemnes, comenzando con un Foro sobre la Impunidad, realizado en el parque central de Aguilares, enseguida los feligreses hicieron una peregrinación hasta el monumento conocido como Las Tres Cruces, que es lugar en la carretera al Paisanal donde fueron asesinados el Padre Grande y sus dos acompañantes.

Al mediodía se ofició una misa solemne en la parroquia de El Paisnal y por la tarde finalizó la conmemoración con actos culturales en esta misma localidad.

*“Y ahora escribe” Iván C Montecinos. Periodista colaborador de Raíces y Diario Co Latino.  

|| Artículo tomado de Internet para mantener viva la memoria histórica ||

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