miércoles, 9 de marzo de 2022

UN VERDADERO AMIGO



Una persona llamó a su amigo y le dijo


- Oye, necesito dinero, mi madre está muy enferma, no tengo para los medicamentos.


Su amigo respondió: 


- Está bien, no te preocupes, llámame por la noche


Al llegar la noche, él lo llamó, pero el teléfono estaba apagado. Volvió a llamarlo una y otra vez, hasta que se canso.


Fue a buscar otro amigo que pudiera ayudarlo, pero no pudo encontrar a ninguno. 


Triste y decepcionado con ese amigo, que lo abandonó y apagó el teléfono cuando el mas lo necesitaba, volvió a la casa y encontró una bolsa con medicamentos, junto a la almohada donde su madre estaba durmiendo.


Le preguntó a su hermano quien había llevado las medicinas y esté le dijo:


- Tu amigo vino, recogió las recetas y trajo esas medicinas, se fue hace un rato. 


Sonrió con lagrimas en los ojos, salio a buscar a su amigo y cuando encontró a su amigo le preguntó 


- ¿Donde has estado?. Te estuve llamando.


El amigo le dijo: 


- Es que vendí mi teléfono y compré los medicamentos para tu mamá. 


● Un amigo de verdad no cruza los brazos hasta que el otro amigo este bien... el verdadero amigo es un hermano, solo que de madre diferente.

LA VIDA Y LA MUERTE


La muerte se dirigía hacia su próximo destino, una señora de edad y madre de cuatro hijos, a la cual la vida había tratado muy mal, pues ya hace 15 años una de sus hijas había sido abusada y asesinada por un depravado que aún estaba con vida.


Al llegar a su destino entró y ahí se encontraba la señora recostada, al mirar a la muerte le dijo:


- Sé muy bien que ha llegado mi hora, pero antes respóndeme algo, ¿Dios existe?.


La muerte le respondió: 


- ¿Pero qué clase de pregunta es esa?, ¡claro que Dios existe!.


- Entonces, -dijo la mujer- ¿me puedes decir porque hace quince años Él permitió que mi hija fuera violada y asesinada por un desquiciado?, ¡Dime tú!, ¿acaso no pudiste llevarte a ese maldito en vez de tomar a mi pobre hija quien apenas tenía 9 añitos?.


La muerte respondió: 


- ¿Sabes?, nosotras somos dos hermanas, VIDA es mi hermana mayor y yo MUERTE la más chica, vida es una mujer que en ocasiones puede ser muy resentida, le gusta hacer sufrir a las personas, en cambio yo, me considero alguien un poco más amigable y hasta compasiva.


- ¿Cómo puedes decir eso? -dijo Janeth la moribunda-, si tú haces sufrir a todos a los que tocas.


La muerte furiosa respondió: 


- ¡En eso te equivocas!, yo me llevé a tu hija si, pero para apaciguar su dolor, no tienes idea de lo mucho que estaba sufriendo en ése momento.


- ¿Y por qué aún no te has llevado a ese maldito desgraciado que mató a mi hija?, -preguntó Janeth furiosa-, ¡han pasado 15 años ya!.


- Eso es muy fácil de responder -dijo la muerte-, mi hermana no me deja, ése día ella estaba furiosa por lo sucedido a tú hija, y quiso encargarse personalmente.

Ya que si yo me lo hubiera llevado, él no estuviera pagando por lo que hizo; poco tiempo después de llegar a la cárcel fue violado por todos los presos, y eso fue solo el principio de estos 15 largos años para él, y te aseguro, que en cientos de ocasiones me ha pedido que lo mate, pero mi hermana vida no me ha dejado, siempre me dice que aún no paga todo el daño que hizo.


- Ahora lo entiendo, -dijo Janeth con un poco de conformidad en su voz-, pero… si tú eres tan bondadosa y apaciguas el dolor, ¿porque decidiste dejarme sufriendo en vida?, con el dolor de ya no tener a mi hija en mis brazos y aun peor, sabiendo cómo fueron sus últimas horas de vida.


La muerte le dijo:


- Porque aún te quedaban tres hijos a los que tenías que proteger, y ahora te llevo porque ya tu labor como madre está cumplida. 


Janeth se sintió por primera vez en quince años en paz y murió tranquila, con una sonrisa en el rostro pues al final de sus días comprendió uno de los secretos de la vida, todas las cosas pasan por algo, aunque muchas veces en el momento no lo entendamos. 


En ocasiones la muerte puede ser maravillosa... y la vida un calvario.

La parábola del matrimonio


Cuenta una vieja leyenda de los indios Sioux que una vez llegaron hasta la tienda del viejo brujo de la tribu, tomados de la mano, Toro Bravo, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y Nube Alta la hija del cacique y una de las más hermosas mujeres de la tribu. 

- Nos amamos - empezó el joven.

- Y nos vamos a casar - dijo ella.

- Y nos queremos tanto que tenemos miedo. Queremos un hechizo, un conjuro, un talismán. Algo que nos garantice que podremos estar siempre juntos. Que nos asegure que estaremos uno al lado del otro hasta encontrar a Manitú el día de la muerte.

- Por favor - repitieron - ¿hay algo que podamos hacer?


El viejo los miró y se emocionó de verlos tan jóvenes, tan enamorados, tan anhelantes esperando su palabra.

- Hay algo...- dijo el viejo después de una larga pausa -. Pero no sé...es una tarea muy difícil y sacrificada.

- No importa - dijeron los dos-. Lo que sea - ratificó Toro Bravo.

- Bien -dijo el brujo-. Nube Alta, ¿ves el monte al norte de nuestra aldea? Deberás escalarlo sola y sin más armas que una red y tus manos, y deberás cazar el halcón más hermoso y vigoroso del monte. Si lo atrapas, deberás traerlo aquí con vida el tercer día después de la luna llena. ¿Comprendiste?

La joven asintió en silencio.

- Y tú, Toro Bravo - siguió el brujo - deberás escalar la Montaña del Trueno; cuando llegues a la cima, encontrarás la más brava de todas las águilas y, solamente con tus manos y una red, deberás atraparla sin heridas y traerla ante mi, viva, el mismo día en que vendrá Nube Alta...¡salgan ahora!.


Los jóvenes se miraron con ternura y después de una fugaz sonrisa salieron a cumplir la misión encomendada, ella hacia el norte, él hacia el sur.... El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con sendas bolsas de tela que contenían las aves solicitadas. 

El viejo les pidió que con mucho cuidado las sacaran de las bolsas. Los jóvenes lo hicieron y expusieron ante la aprobación del viejo las aves cazadas. Eran verdaderamente hermosos ejemplares, sin duda lo mejor de su estirpe.


- ¿Volaban alto?- preguntó el brujo. 

- Sí, sin duda. Como lo pediste... ¿y ahora? - preguntó el joven- ¿los mataremos y beberemos el honor de su sangre?

- No - dijo el viejo-.

- Los cocinaremos y comeremos el valor en su carne - propuso la joven-.

- No - repitió el viejo-. Harán lo que les digo: Tomen las aves y átenlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero... Cuando las hayan anudado, suéltenlas y que vuelen libres.


El guerrero y la joven hicieron lo que se les pedía y soltaron los pájaros. El águila y el halcón intentaron levantar vuelo pero solo consiguieron revolcarse en el piso. Unos minutos después, irritadas por la incapacidad, las aves arremetieron a picotazos entre si hasta lastimarse. 

Este es el conjuro...

-Jamás olviden lo que han visto. Son ustedes como un águila y un halcón; si se atan el uno al otro, aunque lo hagan por amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que además, tarde o temprano, empezarán a lastimarse uno al otro. Si quieren que el amor entre ustedes perdure, vuelen juntos pero jamás atados.