El Alzheimer ataca en tres frentes: el cognitivo (amnesia, apraxia, afasia, agnosia), el conductual (agresividad, falsos reconocimientos, delirios, alucinaciones) y el funcional (pérdida de la capacidad de andar). Frente a éste último, deberemos reconocer cuándo ha llegado el momento en que debemos comenzar otra nueva pelea: la prevención de diversas complicaciones indeseadas que trae consigo la inmovilidad:
Cuando la persona con alzhéimer comienza a dudar en la marcha, balanceándose sin decidirse a echar el pie para el siguiente paso, es que está olvidando cómo se camina. A partir de ese momento, el cuidador deberá marcar un plan de paseos para mantener la movilidad del enfermo el máximo tiempo posible.
Hay productos de apoyo que pueden ayudar a mantener al enfermo erguido durante un tiempo, como el andador, aunque hay que asesorarse sobre si es adecuado para una persona en concreto y cuál es el modelo idóneo para cada caso. La silla de ruedas puede ayudarnos en un desplazamiento largo y, luego, levantar al enfermo para que camine.
Si es posible, acuda a un fisioterapeuta para que intervenga y marque pautas, con la intención de retrasar todo lo que se pueda el ingreso permanente en silla de ruedas.
Si el enfermo pasa ya mucho tiempo en el sillón y ponerle a andar entre dos personas es una proeza, hay que aceptar que le falta muy poco para perder completamente la movilidad por sí mismo. Elabore un plan de prevención de los males que esto conlleva. Pregunte a su enfermero del centro de salud y manténgase en contacto con él.
Ahora que ya no puede andar, será preciso encontrar una nueva forma de bañar al enfermo. Se puede comprar una silla giratoria para la bañera o bien encargar la sustitución de ésta por una ducha gerontológica de las que existen en el mercado. La higiene escrupulosa es ahora imprescindible.
Mantenga bien hidratada la piel del enfermo con una crema que contenga urea, con la clásica tipo Nivea o con un aceite especial que podrá comprar en la farmacia. Habrá que cambiar su absorbente siempre que sea preciso, para evitar ulceraciones en la piel, muy difíciles de curar.
Es muy importante que el enfermo no permanezca estático en el sillón o en la cama más de dos horas seguidas. Debe incorporarle y cambiarle de postura regularmente para prevenir las escaras en los puntos del cuerpo sobre los que se apoya.
Podemos utilizar productos de apoyo, como cojines y colchones antiescaras con bomba de aire, que nos ayudarán en la prevención de las úlceras por presión.
No es una buena costumbre mantener al enfermo siempre en su silla de ruedas; ésta debe usarse sólo para desplazamientos. Para el resto del día, existen sillones gerontológicos diseñados para conseguir una buena postura y un adecuado confort.
Si el enfermo está encamado, las recomendaciones anteriores deben practicarse con la máxima dedicación. De aparecer flemas, o cualquier otra complicación, debe avisarse al enfermero para que las extraiga y decida qué hacer en cada caso.