LOS ONCE DERECHOS DEL CUIDADOR
No es fácil para ninguna persona enfrentarse al hecho de que alguien cercano y generalmente muy querido dependa de ella para poder llevar a cabo las actividades básicas de su vida diaria.
Además, en el inicio, con frecuencia sucede que la persona que se encargará del cuidado no suele tener información acerca de la enfermedad de su familiar, no sabe cuáles son sus manifestaciones y por lo tanto los problemas a los que se tendrá que enfrentar.
Tampoco es plenamente consciente de que va a ser sobre ella sobre quien recaiga la mayor parte del esfuerzo que probablemente, implicará un progresivo aumento de dedicación en tiempo y energía y de que esta situación puede durar años.
Todo esto hace que sea muy normal que las personas que cuidan de sus seres queridos durante periodos largos de tiempo, se sientan agotadas, tensas, irritadas… etc.
Existen distintas causas que provocan esta tensión e irritación y que podríamos agrupar en tres clases:
A) Situaciones
B) Pensamientos
C) Acciones
Vamos a ver de forma general cada una de estas fuentes de malestar con el objetivo de entender lo que pasa y de identificar la causa de nuestro malestar.
A) Situaciones:
Hay circunstancias que quedan fuera de nuestro control y que contribuyen a que nos encontrarnos tensos y enfadados.
Por ejemplo: No poder hacer algo que tenía previsto y que es importante porque ha sido un día repleto de incidentes e imprevistos. Necesitar una plaza en un centro de día y encontrarse con que hay una lista de espera muy larga. La persona que tiene para ayudarle le dice que no puede seguir haciéndolo…etc
B) Pensamientos:
Otra causa de tensión puede ser nuestros propios pensamientos y creencias sobre lo que está ocurriendo.
Por ejemplo: Creer que debería atender él solo a su familiar sin «molestar» a otros y que es sólo su responsabilidad o al contrario, que los demás familiares deberían colaborar más de lo que lo hacen. Creer que el enfermo hace cosas a propósito para molestarle. Que el propio enfermo podría hacer más cosas de las que hace y no le da la gana hacerlas. Creer que es un ingrato por portarse mal con el cuidador cuando con otras personas no lo hace…etc.
Todas estas creencias nos llevan a tener pensamientos del tipo: “No voy a poder aguantar mucho esta situación” “No voy a poder arreglármelas yo solo-a y voy a tener que molestar a los demás” “Nadie me ayuda” “Haga lo que haga nunca está a gusto” “Lo está haciendo a propósito para enfadarme” “¡Es cariñosa-o con todo el mundo menos conmigo!”…etc.
C) Acciones:
Por último, la tensión puede originarse o incrementarse si uno hace cosas que no le ayudan a calmarse sino todo lo contrario. Por ejemplo, si uno no sabe cómo comunicar sus sentimientos de manera serena y tranquila, puede que haga dos cosas, bien que reprima pasivamente (lo que habitualmente llamamos «quedarse las cosas para uno mismo» sin decir ni hacer nada), o bien que se desahogue, comportándose de manera agresiva (dando voces, respondiendo de mala manera, etc.). Ninguna de estas dos conductas o acciones (ni guardarse todo para uno mismo, ni reaccionar violentamente) es particularmente buena para encontrarnos más calmados.
Por ejemplo: «No digo nada porque si no es aún peor.» «La próxima vez que haga esto lo estampo contra la pared.»
Una vez visto esto es fácil llegar a la conclusión siguiente:
De las tres fuentes de malestar la que nos permite un mayor margen de maniobra es la B) Pensamientos. Intentar cambiar las creencias rígidas, de tipo absoluto y demasiado exigentes, permitirá que a nuestra mente acudan otros pensamientos, más amables para con nosotros mismos y para con el enfermo que a su vez permitirán que nuestras acciones sean más adecuadas, flexibles y adaptadas y por lo tanto no aumenten nuestro malestar.
Lea sus once derechos con frecuencia e intente que se le graben en la memoria, pues le ayudarán a cambiar sus creencias y algunos de sus pensamientos. Añada alguno más que usted considere que falta.
YO TENGO DERECHO A:
• Experimentar sentimientos negativos (tristeza, rabia o enfado) por ver enfermo o estar perdiendo a un ser querido.
• Admitir y expresar los sentimientos negativos de la misma forma que los positivos.
• Cometer errores y ser disculpado por ello.
• Ser tratado con respeto por aquellos a quienes pido consejo y ayuda.
• Decir «no» ante demandas excesivas, inapropiadas o poco realistas.
• Rechazar cualquier intento que haga la persona cuidada para manipularme haciéndome sentir culpable o deprimido.
• Cuidar de mí mismo, dedicando tiempo y haciendo actividades simplemente para mí sin sentimientos de culpa o de miedo y sin autocrítica.
• Pedir ayuda a otras personas, reconociendo los límites de mi propia resistencia y fuerza.
• Mantener facetas de mi propia vida que no incluyan a la persona a la que cuido sin sentirme culpable por ello.
• Estar orgulloso por la labor que desempeño.
• Ser yo mismo-a ...
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