¿Dónde está la línea entre un cuidador estresado y un cuidador quemado?
Cada persona que se convierte en un cuidador tiene sus características de personalidad únicas, sin embargo casi siempre comparten sentimientos y experiencias a medida que viaja un camino similar. Esa es una de las razones por las que a menudo un cuidador recurre a otro por apoyo. Es una versión del adagio de que tenemos que caminar en los zapatos del otro con el fin de entender lo que realmente sienten.
Una de esas experiencias compartidas es una cierta cantidad de estrés. Ciertos tipos de personalidades, hacen frente al siempre cambiante, duro reto de cuidar a un adulto con problemas de salud, mejor que otros. Una actitud positiva y un enfoque flexible pueden ayudarnos un buen trecho del largo camino que a veces le toca transitar al cuidador. Pero incluso la personas más relajada va a sentirse estresada por las responsabilidades del cuidado de vez en cuando. Eso es normal de esperarse. Con un poco de cuidado, las personas generalmente se recuperan.
Lo que los cuidadores deben de tener en cuenta es el agotamiento.
¿Dónde está esa línea entre un estrés manejable y agotamiento? Ser un cuidador puede afectar a nuestro matrimonio, nuestra crianza de los hijos, nuestro trabajo, así como otras áreas de nuestra vida. A menudo nos sentimos inclinados hacia el cuidado por el amor y la compasión por nuestros padres, o cónyuge, y nuestra necesidad de estar allí para apoyarlos. Nos sentimos estresados de vez en cuando pero le hacemos frente, generalmente para no mirar más lejos. Es rara la persona que, cuando comienza a prestar cuidados, realmente piense en que esto es una situación que podría durar años. Tal vez si supiéramos lo que nos espera en el futuro, nos congelaríamos emocionalmente, para hacer lo que hay que hacer, así que no es tan malo ser un poco miopes cuando empezamos nuestro viaje de “cuidar”.
Conforme pasa el tiempo, sin embargo, el esfuerzo qué hemos manejado bien, puede pasarnos factura, así que antes de que nos sepultemos demasiado debemos desarrollar un plan para cuidar de nosotros mismos. Si no lo hacemos, tanto el cuidador y el receptor de nuestros cuidados, pueden sufrir.
Dicho esto, -¿cómo reconocemos cuando llegamos a cruzar esa línea de estrés a agotamiento?
• ¿Nos preguntamos acerca de nuestra actitud hacia la persona que cuidamos? ¿Cuidamos por amor o por culpa? ¿Estamos llenos de resentimiento porque ya no tenemos tiempo para nosotros mismos? ¿Estamos debilitándonos física y emocionalmente?
• ¿Es posible que estemos tan enfrascados, atrapados en el cuidar de manera que no reconocemos los signos de nuestra propia negligencia, que ni le hacemos caso a nuestros amigos u otras personas que se preocupan por nosotros? No tenemos que oír sus consejos o incluso pensar que tengan razón. Pero si se nos dice que los efectos del “cuidar” se empiezan a mostrar en nuestra propia negligencia, por lo menos deberíamos considerar el hecho de que pueden tener razón.
• ¿Nos preguntamos si de vez en cuando sentimos felicidad o alegría? La vida no se trata de estar siempre feliz, pero si estamos tan abrumados con el cuidado de otro, que casi nunca podemos sentirnos alegres, debemos pensar seriamente en el agotamiento.
No es extraño que estés al borde y molesta por tener que cambiar un pañal más.
¡Lo que necesitas es ayuda! Busca ayuda en tu hogar, cuidadores que te asistan, centros de día, o un hogar permanente de cuidados, donde los profesionales traten al adulto con dignidad.
Así puedes descansar, enfocarte en tu propia salud, y pasar el tiempo con ese adulto enfermo de una forma más relajada, con una actitud correcta.
Somos humanos y sólo podemos hacer lo que podemos hacer.
Ser un cuidador para alguien que amamos puede ser un honor pero dejar que el cuidado domine toda nuestra vida no es saludable a largo plazo.
El equilibrio es la clave para sobrevivir e incluso prosperar en cómo cuidamos de nuestros seres queridos.
Articulo de Joyce Selga
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