Si estás cuidando a un persona con demencia y crees que puedes estar afectado por el síndrome del cuidador quemado, hoy te hacemos algunas sugerencias, en el caso de que no estés afectado, igualmente pueden ser de ayuda para evitar enfermar:
Solicitar información y formación adecuada sobre aspectos médicos: evolución de la enfermedad, complicaciones, medicación y conocimientos prácticos para enfrentar los problemas de nutrición, higiene, adaptación del hogar, movilizaciones del paciente, necesidades educativas, etc. Esto incrementa la sensación de control, de eficacia personal y ayuda a comprender mejor todos los síntomas que vemos en nuestro familiar.
Aceptar que las reacciones de agotamiento son frecuentes, e incluso, previsibles en un cuidador. Son reacciones normales que necesitan apoyo.
Pedir ayuda personal al detectar estos signos, no ocultarlos por miedo a asumir que “se está al límite de sus fuerzas” ni tampoco por culpa de no ser un super-cuidador. Sabemos que no es fácil, pero no por ello lo diremos menos.
Promocionar la independencia del enfermo: no debemos realizar lo que el enfermo pueda hacer por sí mismo, aunque lo haga lento o mal.
Saber poner límite a las demandas excesivas del enfermo u otros familiares; saber decir NO, sin sentirse culpable.
No sentirse imprescindible: no lo somos. Necesitamos delegar tareas en otros familiares o personal contratado, sanitario o del hogar.
No temer acudir a un profesional (psiquiatra o psicólogo) y a grupos de auto-ayuda que resultan ser muy útiles.
Marcarse objetivos reales, a corto plazo y factibles. Cuidado con las expectativas irreales (“El enfermo no va a empeorar más de lo que está”), ni tampoco ideas omnipotentes sobre uno (“Yo sólo puedo”).
Cuidar la alimentación con una dieta adecuada y horas de sueño.
No olvidarse de sí mismo, poniéndose siempre en segundo lugar. El “autosacrificio total” no tiene sentido.
Mantener el contacto con amigos y familiares, el aislamiento no es un buen aliado para el cuidador.
Mantenerse automotivado a largo plazo, auto reforzarse en los éxitos, felicitándose a sí mismo por todo lo bueno que va haciendo.
No fijarse sólo en las deficiencias y fallos que se tengan.
Tomarse también cada día una hora para realizar los asuntos propios. Asimismo permitirse un merecido descanso diario o semanal, fuera del contacto directo con el enfermo.
Si se puede, realizar ejercicio físico todos los días, ya que elimina toxinas corporales y despeja la mente.
Expresar abiertamente las frustraciones, temores o resentimientos, emocionalmente siempre es beneficioso.
Planificar las actividades de la semana y del día. Establecer prioridades de tareas, diferenciando lo urgente de lo importante. Decidir qué cosas no va a poder realizarlas con bastante probabilidad. La falta de tiempo es una de las primeras causas de agobio.
Practicar técnicas de relajación psicofísica (Jacobson, Schultz), visualizaciones, Yoga, etc.
Apoyarse en los Centros de día, Residencias de respiro temporal, o Personal contratado de asistencia domiciliaria
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