jueves, 10 de septiembre de 2020

La pérdida de apetito en una persona con Alzheimer


Una persona con Alzheimer puede perder el apetito o beber menos por diferentes razones y puede llegar a generar gran preocupación en sus seres queridos. Es importante observar cómo aparecen los cambios para detectar la causa y actuar adecuadamente para facilitar un adecuado estado nutricional. 

Además de estar en la base de la salud general, los déficits nutricionales pueden conllevar un empeoramiento añadido del deterioro cognitivo.

Posibles causas ante la pérdida de apetito en una persona con Alzheimer

Es frecuente que las personas con Alzheimer experimenten una pérdida de peso desde fases iniciales de la enfermedad. Aunque existe evidencia de que la propia enfermedad puede causar en parte esta pérdida de peso debido a alteraciones en zonas del cerebro que regulan el metabolismo del cuerpo, en parte también puede estar relacionada con cambios en el apetito y la conducta alimentaria. 

Algunas de las causas subyacentes al hecho de que la persona con Alzheimer se muestre desganada o no ingiera una suficiente cantidad de líquido pueden estar relacionadas con síntomas del deterioro cognitivo que padece, mientras que otras pueden deberse a otro tipo de problemas que no puede expresar adecuadamente, como alteraciones relacionadas con su estado de salud general. 

Estas son algunas posibles causas que habría que tratar de analizar: 

- Aparición de una nueva enfermedad o condición de salud: los síntomas de un resfriado o de una gripe, o los relacionados con una infección de orina o con un problema de estreñimiento, o  experimentar dolor por cualquier condición (dolores musculares, articulares…) pueden generar un estado de inapetencia. 

- Efectos secundarios de los medicamentos: algunos fármacos pueden provocar molestias digestivas o disminución del apetito. 

- Estado de ánimo ansioso o depresivo: una acusada sensación de tristeza o de inquietud puede ser causa de menos ganas de comer.

- Problemas bucales: los problemas bucales (desde pérdida de alguna pieza dental, inflamación de las encías o presencia de llagas u otras lesiones) pueden dificultar a la persona la ingesta de alimentos. 

- Cambios relevantes en las costumbres relacionadas con la alimentación: los cambios de lugar de residencia (sea a casa de algún familiar o el ingreso en un centro residencial) fácilmente pueden representar un cambio en el tipo de alimentos o la forma cómo estos son cocinados y presentados y, tal vez, no resulten apetentes para la persona con Alzheimer. 

- Disminución de los sentidos del olfato y del gusto: estos sentidos son clave en la sensación de apetencia por los alimentos y el propio envejecimiento conlleva cambios en estos sentidos. Las personas con demencia, aún suelen acusarlos más. 

- No reconocer los alimentos o los utensilios relacionados: debido a los problemas cognitivos que presenta (como la agnosia), la persona con Alzheimer tal vez no identifique los alimentos como cosas que se comen. Del mismo modo, tal vez no identifique adecuadamente los elementos acompañantes (cubiertos, servilleta, etc.) y la forma de usarlos, lo que le puede generar bloqueo por confusión. 

- Bajo nivel de actividad física: si la persona con Alzheimer está físicamente poco activa a lo largo del día es fácil que disminuya su sensación de hambre y, en caso de padecer estreñimiento, esta situación puede empeorar.

- Dificultades de comunicación: las personas con demencia suelen tener problemas para comunicar sus sensaciones y emociones y, en el caso de la comida, también puede suceder que no sean capaces de transmitir por medios convencionales su sensación de hambre o de falta de ella, o de que cierta comida no es de su agrado. Recordemos que la conducta suele ser una forma de comunicación. Tal vez rechacen comer o echen fuera de su boca los alimentos. 

- Problemas de deglución: en fases avanzadas de la enfermedad de Alzheimer suelen aparecer problemas para tragar adecuadamente los alimentos (disfagia), y ello conlleva la necesidad de realizar cambios en la forma de presentación de los alimentos (cambios en la textura, triturados, líquidos con espesante y, eventualmente, precisar plantearse la necesidad de alimentación artificial). 

No siempre los problemas de alimentación que puede presentar una persona con Alzheimer son por pérdida de apetito sino que, a veces, también puede suceder lo contrario, una ingesta claramente por encima de lo esperable difícil de saciar. Este desmesurado afán por comer puede derivarse de problemas de ansiedad, pero también del hecho de no recordar que ya ha comido, de una disminución de interpretar las señales de plenitud al comer o por pérdida del control de impulsos. 

Algunos consejos para abordar la pérdida de apetito de una persona con Alzheimer

La inapetencia de una persona con Alzheimer puede derivar en problemas de salud, desde malnutrición o deshidratación a un aumento del riesgo de infecciones por disminución de la eficiencia del sistema inmune. Por eso ofrecemos aquí algunos consejos para favorecer una adecuada nutrición. 

Si el cambio de apetito es repentino o se produce un cambio rápido y/o acusado del peso, es probable que se deba a algún problema de salud general o que esté relacionado con algún medicamento (por ejemplo, algunos de los fármacos que se indican para tratar los síntomas de pérdida de memoria, como el donepezilo, la rivastigmina o la galantamina, pueden provocar este tipo de síntomas). Debemos consultar con el médico de referencia para que se pueda plantear la acción oportuna. Del mismo modo actuaremos si el problema parece estar relacionado con una alteración del estado de ánimo. No es recomendable optar por alimentos funcionales, vitaminas o suplementos nutricionales sin consejo médico. 

Procurar que la persona con Alzheimer mantenga una adecuada higiene y salud bucal y estar atento a la posible presencia de lesiones, estado de la dentadura, etc., así como asegurar las revisiones periódicas con el dentista. 

Ofrecer los alimentos más nutritivos y en mayor cantidad en las horas en que suela mostrar más apetito y reservar pequeños tentempiés para otros momentos del día, procurando una adecuada hidratación, bien ofreciendo pequeñas cantidades de agua u otros líquidos frecuentemente (leche, zumo, infusiones…) o alimentos ricos en agua como gelatina, frutas o verduras.

Tratar de que el momento de las comidas sea algo atractivo para la persona con Alzheimer, procurando minimizar la confusión: 
- Puede resultar útil acercarle los alimentos para que los huela o los pueda probar, mientras le explicamos qué es. 
- En la medida de lo posible, tratar de potenciar la presencia de las comidas y alimentos preferidos por la persona con Alzheimer, adaptando la textura y consistencia de los alimentos según las dificultades que presente la persona enferma.  
- Mantener unas rutinas relacionadas con las horas y las actividades circundantes a los momentos de las comidas puede favorecer su aceptación, así como evitar las prisas y las discusiones en torno a la alimentación. 
- Presentar la comida de forma atractiva y procurando minimizar la confusión. Por ejemplo, utilizar platos de un color bien distinto del alimento que contiene, puede facilitar su reconocimiento (por ejemplo, evitar poner merluza en un plato blanco o brócoli en un plato verde). 
- Es importante simplificar el entorno, evitando poner más cubiertos o elementos de los que tiene que utilizar en cada momento. En ortopedias y tiendas especializadas se pueden encontrar utensilios adaptados que faciliten la autonomía de la persona con demencia durante las comidas. - Hay que ser flexible y relajar las expectativas respecto a las normas protocolarias de comportamiento. Por ejemplo, permitir que coma con las manos, por ejemplo, presentando los alimentos troceados de forma que le resulte fácil cogerlos. 
- Hacer de la comida un momento agradable. En general, se recomienda evitar que coma la persona con Alzheimer coma sola, en un momento distinto al del resto de otras personas que convivan con ella. Esto favorecerá que el momento sea más agradable y, probablemente, la imitación de otras personas facilite su voluntad de comer. Ahora bien, si la persona se altera o agita ante la presencia de otros, en ese caso sí puede resultar conveniente que coma en un espacio tranquilo y sin distracciones. 
- Procurar cierto nivel de actividad física a lo largo del día, sea practicando ejercicio, bailando o paseando, para favorecer un aumento del apetito. 
- Si los problemas nutricionales ya no se pueden resolver mediante actuaciones sencillas o de modificación del entorno debido a la gravedad de la enfermedad, será necesario recurrir al especialista. Las dificultades de ingesta pueden representar, además, un elevado riesgo de atragantamiento o ahogo, y tal vez haya que plantearse la necesidad de alimentación artificial, algo que a menudo resulta una decisión compleja para el cuidador y su familia y que requiere de asesoramiento profesional. En estos casos puede resultar de ayuda conocer la voluntad y deseos que la persona pudiera haber expresado cuando tenía preservada su capacidad de decisión. 

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